Número de visitas

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Diario de un demente (VIII)

El Doctor Lobelle ha leído mi blog y me ha dicho que le parece muy bien que lo escriba para mi recuperación mental. Me ha pedido dos cosas: Que publique entradas más breves y que no hable de él. A su segunda petición no pienso hacerle puto caso, por algo soy un outsider. Respecto a lo de hacer las entradas más breves, me parece bien, aunque no entiendo que interés puede tener un neurólogo en esto. Amigos, nunca os dije que fui un niño prodigio en velocidad de lectura y comprensión. Este psiquiátrico está lleno de niños prodigios y de juguetes rotos. Quizás por eso escribo muy deprisa y creo que todo el mundo lee tan rápido como yo escribo. La enfermera Rancaño lee silabeando las noticias del Hola, Idoia la bipolar sólo lee en euskera y Varelita el Esquizo devora las cotizaciones de Bolsa, la prensa salmón que le llaman. Yo soy como siempre el más raro, leo a Paul Auster y 10 periódicos todos los días. Este verano me cepillé 1.500 páginas de Murakami en una semana y eso que empiezo con la presbicia. Ahora me voy, que me gusta ser obediente. Trini nos abandona dentro de unos minutos, quedé en despedirme de ella en la sala de visitas. Le diré que la llamaré cuando salga, me dará su teléfono, quedaremos en encontrarnos y nunca sucederá nada de eso. Es que ¿Sabéis amigos? A los pesimistas nos persigue nuestra propia historia...

No hay comentarios: