miércoles, 30 de enero de 2013
DE CUANDO LA GENTE NACÍA Y MORÍA EN LOS BARES
Querida amiga: Ahora que veo tantas persianas bajadas en aquellos viejos bares, me doy cuenta que el tránsito de nuestra vida es similar al de la aceituna de un vermouth. Tranquila, no voy a hacer filosofía barata, pero te aseguro que si de algo puedo hablar con conocimiento es de bares, y quien dice bares dice tabernas, cafés, snacks, pubs, cervecerías, discotecas y after hours. Por ello me apena que la mayoría estén ahora a punto de servir su último Martini. El señor pequeñito que vive dentro de mi cabeza dice que se alegra de que cierren, porque antes las casas eran frías y desoladas y cuando llegabas al bar parecía que por fín habías encontrado tu lugar en el mundo, aunque en realidad te emborrachabas, intoxicabas y ponías en peligro tu palmito ante matones de tres cuartos. Conocí a truhanes que nacieron y murieron en los bares y que sólo salieron de ellos para hacer la mili. Recuerdo también, cuando apenas alcanzaba la barra con mis manitas, los viejos cafés imperiales, donde los camareros vestían uniforme de galones, con sus cafeteras plateadas y sus sillas de caoba vieja. Todos tenían nombres evocadores "Ideal" "Alcázar" "Oriental" con sus rentistas sentados en las terrazas leyendo impávidos los diarios. Cuándo mi padre nos llevaba de pequeños a un bar, me humillaba enormemente que le pidiera al camarero una Fanta con tres vasos...pero eso es otra historia...luego vinieron los bares de vinos y después los primeros pubs, bohemios y peligrosos, dónde soñábamos con la eternidad o con cualquier cosa que nos hiciera olvidar lo que realmente éramos. Y llegaron los ardores y los besos, y la vida se medía por vasos de cerveza y no por días ni semanas. En aquella época los hosteleros tenían mucho poder y siempre te reñían si te sentabas sin permiso, si cantabas o si le dabas un beso a tu novia ¡Con lo difícil que era! No, si el señor pequeñito de mi cabeza va a tener razón...los bares eran una mierda y a los jóvenes nos trataban fatal, pero mucho peor estábamos en nuestras casas, dónde nos esperaba el plato frío de la incomprensión. Por eso, amiga mía, éramos aceitunas dando vueltas en un gran remolino de vermouth ¿Qué somos ahora?
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