domingo, 21 de octubre de 2012
Cartas a mi mismo (2)
Querido yo: Te he dicho, que no me engañes más, no me hagas creer que tengo 20 años cuándo mi nave ha cumplido medio siglo. Es cierto que hoy en el gimnasio, hemos remado en el banco móvil, hemos esquiado por los Alpes cibernéticos y hemos levantado más pesas que Schwarzenegger, pero es que en cualquier momento nos podía dar un pepinazo, y tú lo sabes. En una ocasión tuve que socorrer a un pobre hombre que se desmayó en la cinta de correr y salió disparado hacia una oronda monja que ejercitaba castamente sus abdominales. Es que todo el mundo sabe que el ejercicio duro es nocivo a partir de una edad, casi tanto como la castidad. Sí, apreciado yo, quizás el gim sea un gasto superfluo, podemos vivir con mucho menos, pero nosotros debemos decidir de lo que prescindir. Me decía un tío mío que un millonario sólo es una persona que puede comprar más cosas. Yo no conozco a ningún rico feliz (Y a pocos pobres). Ay, yo-yo, hablar de ricos me recuerda que cada día somos más pobres, pero... Ahora disfrutamos más el uno del otro, nos estudiamos en profundidad, apreciamos los silencios, la luz de una vela aromática o un simple paseo mientras el sol se refleja en la ría. Acabo de ver en Letsbonus un SPA en Portugal impresionante, premio de arquitectura, habitaciones con cristaleras al río, piscinas desbordantes con láminas de agua cristalinas. Hace 5 años hubiera ido de cabeza, pero ahora me contentaré con encender mi vieja bañera de hidromasaje y no morir electrocutado...apreciado yo, no me engañes: Ambos sabemos que en los próximos tiempos todos las vamos a pasar canutas, pero es que hablamos de no ir al SPA, de no tener televisión por cable, de no beber reservas, quizás de vivir en un piso más pequeño, o incluso de estar en el paro o en la cola de la Cocina Económica ¿Pero es esto comparable con las penurias del tercer y cuarto mundo, o con la posguerra que vivieron nuestros padres? Sí, ya me callo...
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