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miércoles, 31 de octubre de 2012

Diario de un demente (IV)

Hoy llegó una chica nueva al pabellón 2. Dicen que es maníaco-depresiva, aunque a mí me parece sencillamente encantadora. En el patio dí una vuelta con ella mientras mis compañeros de equipo me insultaban y me tiraban botes de Prozac por no jugar al fútbol con ellos. Se llama Trini y era directora en una sucursal bancaria. Cuándo me lo dijo me quedé helado, y me callé el motivo de mi ingreso (Atizarle al director de mi banco) Trini me contó que su banco se había fusionado con otro y que necesitaban recapitalizarse urgentemente, por lo que la dirección les presionó enormemente. Trini no podía ver a familias deshauciadas por no pagar la hipoteca, a empresarios arruinados. Trini era una rara avis en el mundillo financiero: Tenía sensibilidad. Nos sentamos debajo del olmo, en el banco de azulejos modernistas. Varelita el Esquizo vino a sentarse con nosotros de carabina, lo cual me molestó. Yo fui malo y le dije a Varelita que me había parecido oir una voz en el sumidero del servicio del patio. Varelita corrió como alma que lleva el diablo a hablar con el retrete. Amigos, la medicación que nos dan aquí hace que nuestra líbido esté más baja que la bolsa, pero os aseguro que Trini animaba el parquet. Siguió contándome que a causa del stress salieron a la luz síntomas que creía olvidados de una vieja patología mental, que lloraba todo el día, que tenía pensamientos suicidas (También le oculté mi pequeño corte de venas del otro día) en definitiva: Gracias a una fusión bancaria tuve la suerte de conocer a Trini. Deseé que el tiempo se hiciera eterno, pero sonó el timbre del patio y nos fuimos cada uno a nuestro módulo. Amigos, Trini es como el Huracán Sandy que levanta los trenes por el aire. Mientras me tomaba el Tranxilium de la una, este pobre demente internado en un viejo sanatorio pensó que nunca había sido tan libre como ahora...

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