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miércoles, 28 de enero de 2015

Apocalipsis Freak Show




Mackie, el bufón contrahecho, apartaba a empellones al público sudoroso para abrir paso al Sr. Fantini, el director, quien con un viejo megáfono de latón vociferaba acerca de las maravillas de su Freak Show. "Contemplen al hombre invisible obeso, a las siamesas voladoras, al Faquir Neville, capaz de tragar cinco móviles Nokia sin ni siquiera eruptar"

Poco a poco, la muchedumbre, compuesta por cuadrillas de vendimiadores inmigrantes, se acercó a la barraca de Fantini y formó una fila irregular que penetró como un gusano en el misterioso vientre de la carpa de rayas rojas cansadas. Mackie, el jorobado, cobraba tres euros a cada espectador y si se terciaba encontraba en su mano carteras y relojes que carecían de sus iniciales.

Fantini, sobre el pequeño escenario de madera alumbrado por candilejas, comenzó a presentar la función, impresionando con su imponente frac de lentejuelas al público, que permanecía de pie dándose codazos para alcanzar las primeras filas.

Primero aparecieron las siamesas que colgadas de un trapecio, deslumbraron al público con sus ejercicios de aéreos y más aún con sus pechos desnudos. Después Fantini presentó al Faquir Neville, un hombrecillo escuálido vestido con taparrabos y turbante, que dio buena cuenta de dos teléfonos móviles Nokia y una tablet Samsung, sin necesidad de antiácidos. Durante la actuación del hombre invisible obeso, se escucharon murmullos de incredulidad entre el público, pero Fantini, charlatán experimentado y mesiánico, pidió aplausos justo en el momento en el que un peruano cetrino iba a arrojar una piedra contra el hombre invisible, que asustado, huyó a la carrera.

"Querido público, ahora van a contemplar, por primera vez en el mundo, un auténtico Big-Bang. Si no saben lo que es, no se preocupen, nunca lo van a olvidar"

Mackie, el viejo bufón contrahecho apagó las candilejas entre los gritos de sorpresa del público y el olor a lona húmeda y sudor nervioso. Una intensa luz azul cegó a los espectadores, que ya no podían huir. Del escenario surgió una niebla densa. Las cabezas de los espectadores se alargaron, sus bocas y ojos cambiaron de ubicación caprichosamente y sus ropas se transformaron en coloridos buzos de arlequín.

Sobre el escenario, una inmensa forma humana, metálica y extraña que recordaba al director Fantini, comenzó a hablar con voz robótica: "Bienvenidos al Freak Show. Con ustedes ¡Dios!"

Entonces el mutante público cubista, pensó con sus cerebros hexagonales, que realmente había valido la pena gastar esos tres eurillos...incluso en el improbable caso de que no se tratase del dios verdadero...




viernes, 16 de enero de 2015

MARIMBA CUMBÉ


                                           

Cada madrugada atendíamos la barra de La Marimba, El Capitan Haddock, Búfalo Bill y yo. Después de trabajar todo el día como chiringuito de playa, a las 12 de la noche cerrábamos las puertas y durante dos horas se hacía un tenso silencio que respetaban hasta las ratas. A partir de las 2, llegaban los percebeiros furtivos, a las 3, la chusma del barrio, a las 4, los pijos de las discotecas y a partir de las 5 los chulo putas y los bohemios.

Boxeadores noqueados, pescadores alcohólicos y delincuentes en la reserva eran nuestros principales activos, todos en busca del manantial de la noche...

Pero del manantial de la noche no fluía agua, sino Ballantines. Todavía recuerdo a S. el marinero que se ahogó por ir a pescar nécoras en su chalana y olvidar que la cocaína no era el combustible adecuado para su motor. O a C. el guardia jurado que todas las noches se metía 2 copazos de brandy antes de trabajar, aunque un día se sintió tan envalentonado que retó a un chorizo a un duelo y acabó con un estilete en los riñones.

La Marimba olía a güisqui, hachís, madera y mierda. Era una gran caseta de madera, construida en la roca, con múltiples recovecos y un patio interior con un escenario en el que una elegante big band de madera con pintura fluorescente animaba a los bailarines, que borrachos creían realizar bellas coreografías sobre la pista de cemento. Cuadros de importantes pintores adornaban sus paredes desconchadas, algunos donados a cambio de copas y paellas y el techo estaba forrado por arpillera, para disimular las mil imperfecciones de la madera carcomida. Antes de nuestra gerencia, la Marimba era un tapadillo al que se accedía por una puerta trasera. Los señores y sus amantes, putas o queridas siempre tenían un reservado cutre de un metro de ancho y tres de largo con un sillon de skay y una mesita, donde por mil pesetas, un discreto camarero les traía un kilo de percebes, una botella de vino y dos condones. Muchos no acababan los percebes.

Pero no todo en la marimba era sarna y malas hierbas. Se alzaba sobre una pequeña playa de aguas tranquilas y su extraña belleza y horarios intempestivos atraían a importantes artistas y a exóticas modelos que pasaban por la ciudad. Así pude conocer a importantes escritores, músicos de rock, políticos, millonarios y putas.

Cuando vives de noche, deseas que nunca amanezca para que la caja siga engordando, pero si tus neuronas todavía se agitan, harán lo posible para que huyas de ahí cuando salga la primera diligencia.

Aquella noche, en la que una modelo francesa se encaprichó de mí, no podía sospechar, que no estaba borracha, sino que era esquizofrénica. Bailamos con Pink Floyd y con Machín. Se me rompió el corazón cuando se la llevaron mis colegas a un psiquiátrico, después de tres días de espectáculo y locura, en los que se paseaba desnuda por el bar o con extraños modelos que fabricaba con retales de fibra de vidrio.

Acabé abominando la noche y las nécoras, que nos traían cada madrugada los pescadores, entre pulpos, congrios, salmonetes y viejos que pescaban con sus nasas o sus trasmallos.

Los amaneceres, en cambio, eran limpios y silenciosos. Como si el nuevo día fuese capaz por si sólo de silenciar el eco sórdido de una noche incendiaria, que dábamos por buena, si no aparecía ningún cadáver en la ensenada...

                                      (En memoria de José Luis Alvite)


martes, 13 de enero de 2015

Infierno en Lisboa




Llegaron en el viejo Opel jadeante. Subieron por las estrechas calles del barrio alto, dónde un viejo tranvía los emboscó hasta que lograron maniobrar sobre los adoquines mojados. Era verano en Lisboa pero nadie se separaba de su paraguas negro. Aparcaron delante de la "Pensao do niño das aguias" Encontraron confortable la amplia y anticuada habitación que daba al jardín con cenador elevado. Impresionantes las vistas a La Alfama. Hicieron el amor como si fuese la última vez, y casi fue la última vez...

A la mañana siguiente, descubrieron que les habían robado todo lo que guardaban en el coche: Equipaje, tienda de campaña, sacos de dormir, radio-cassete...todo. Descubrieron que Lisboa tenía una comisaría sólo para los extranjeros. Ella se puso muy nerviosa, era de fuerte carácter y empezó a gritarle en el coche. Él casi nunca se enfadaba, pero ese día impactó su puño contra la consola del viejo Opel y casi lo parte en dos. Ella se calló. Llegaron a la comisaría, vieron a un inglés metiéndose en su coche por una ventanilla rota, decenas de personas haciendo cola. No pusieron la denuncia, pero comprendieron que la última arena de su amor, estaba llegando al fondo del cristal...

El puente Vasco de Gama se agitaba entre la niebla. El viejo Opel lo cruzaba jadeante. Él ni siquiera le disputó el volante a ella. Siempre peleaban por conducir. Pero se querían, como después, demasiado tarde, se demostró.

Ahora el bochorno se tornó insoportable, la humedad en el aire apenas lo dejaba respirar a él.

"No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,como una cosa cierta que nos mienta,como un deseo grande que nos miente.Llueve. Nada en mí siente..."

Visitaron el castillo de S. Jorge. Hicieron fotos y entre las almenas se dieron algunos besos en los labios.
Ambos sabían que escribían el último capítulo. Ambos estaban demasiado cansados como para luchar por el otro. Ella deslumbrada por el brillo de la capital, él resignado a no haber sido el hombre que debió ser.
Se fueron de Lisboa el mismo día que él terminó de leer "Sostiene Pererira" de Tabucchi.
Los meses siguientes fueron una cordial despedida. Un amargo pensamiento común que nadie se atrevía a formular. Hasta ese día en la estación de Chamartin. Ella vestía un jersey de punto blanco que le sentaba muy bien, él sólo vaqueros y sudadera. ¿No será mejor dejarlo? Dijo ella. Es igual, dijo él, al final siempre volvemos. Entonces bajó al andén del tren, y se equivocó...




lunes, 12 de enero de 2015

El desamor en los tiempos del chat




Que curioso que fuese el desamor, y no el amor, el tema recurrente de mil baladas de rock, boleros y poemas. Parece que ese agrio sentimiento inspiró a bardos y rappers, a pintores y grafiteros. Pero la tecnología evoluciona tan deprisa, que ni siquiera sabemos como aplicarla. ¿Sabremos gestionar el desamor en los tiempos del chat?

Las personas se enamoran, se encaprichan o se encoñan por la red. Sirven unas cuentas conversaciones de madrugada por Whattsap o Messenger, unos escarceos en Facebook o en Twitter o unas decenas de mails atrevidos y descubres al amor de tu vida en menos de que la base de virus ha sido actualizada. En la magnífica película "Her" Oscar al mejor guión 2014, el protagonista se enamora de su sistema operativo. La red ya se considera la principal causa de divorcio en varios países.

Pero, ay, el amor furtivo como viene se va. Basta una foto desfavorecedora de esa musa de los chats, un hastío, una primera cita en un café para descubrir que hay algo más que buen rollo y frases poéticas en la vida, para que la gran burbuja de amor cibernético se pinche y su jabón nos deje empapados de vacío.

Es fácil encontrar a viejos amores, asignaturas pendientes o nueva/os amigas/os de fotos impresionantes en la red, establecer contacto, jajaja, poemas de Pessoa, baladas de Bowie y el flechazo es inevitable. Pero...¿Ese amor aguantaría la rutina, las toses, o el desorden de las bragas en el cajón?¿Es posible transmitir química por USB?

Un amor que llega por el monitor del ordenador, puede huir por cualquier Wi-Fi...

Como siempre, la tecnología nos pilla en pelotas, y sólo somos capaces de escribir obviedades sobre ella: Que nunca quedes con extraños, que no permanezcas demasiadas horas frente a la pantalla, que no te dejes deslumbrar...

Amigas, aunque existan miles de nuevas parejas felices, la semilla del amor no ha cambiado de tierra donde germinar, sino de viento que la lleva...

Afortunadamente, seguimos siendo capaces de meternos una hostia del carajo...







domingo, 11 de enero de 2015

Último tren a Estambul



Os confesaré que no siempre he logrado terminar un artículo. A veces me quedaba años atrancado en la segunda letra. Como una estación de metro en el desierto, los vagones que transportaban mis palabras se perdían en túneles oscuros ¿Adónde habrán ido a parar las obras inconclusas o fallidas, no sólo mías, sino de millones de autores?¿Existirá un mar de Los Sargazos o un cementerio en el que habiten eternamente? Nunca sabremos si esas obras ciegas hubiesen cambiado la rotación de La Tierra...(O al menos el vuelo de una oropéndola). Son como amores frustrados, los que siempre mitificas, soñando con volver a ellos y alcanzar el éxtasis.

Por eso, os torturaré hablando de algunas de mis obras incompletas, de mis espectáculos inacabados (En ocasiones compraba una libreta muy bonita para escribir y acababa usándola para apuntar recetas de bizcochos)

1º) "Experimento espiritual" (Un espectáculo libre y galáctico)

Con este rimbombante título y una nula experiencia como dramaturgo, escribí en el año 1982 este espectáculo demencial, que a pesar de haberse estrenado, incluyo entre mis obras incompletas. Lo creé en una época psicodélica y desmadrada y se trataba de una epopeya galáctica y filosófica en forma de ópera-pop para 6 músicos y un actor-cantante (¿A que no sabéis quien era el actor-cantante?) Logramos estrenarlo en un teatro mítico, la Sala Luis Seoane, ante una gran afluencia de público durante 2 días, que acabó desconcertado ante lo arriesgado de la propuesta, los 1.500 W. de sonido y una máquina de humo estropeada que provocó varias crisis asmáticas entre los espectadores. Los músicos que me acompañaban, eran magníficos y compusieron unos 8 temas originales con mis letras. Increíblemente, todavía me saludan por la calle, a pesar del fiasco económico. La estrené sin haber ensayado...en esa época pensaba que ensayar era de cobardes...

2º) "La gruta del dios soñado"

Escrito en 1991, mientras trabajaba como actor profesional (Y bien pagado) en Santiago y en Vigo. Esa estabilidad me permitió acabar el espectáculo mal que bien, pero únicamente era un borrador. Necesitaba un entresacado, como en peluquería y una escritura dramática precisa que lo alejase de ser un ladrillo refractario. El protagonista era un aprendiz de druida que inexplicablemente se convertía en Dios, huía por el mar de su destino, llegaba a una isla y encontraba a su amor (Un tratamiento ñoño de esa relación). Tenía mucho humor y hasta actores haciendo de animales similares a ornitorrincos. Ah, también era musical.

3º) "Cabaret Dadá"

Escrito a ratos en 1993. Rematada mi temporada de estabilidad artística, económica y emocional, escribí a golpes este espectáculo sin rematar a base de sketchs e ideas visuales. Estaba concebido como un vehiculo para una actor-cantante (Yo) y una bella actriz-bailarina (Ella). Cuando le leí el borrador a la bella actriz y bailarina, me di cuenta de la mierda que había escrito y acto seguido me fui a un monasterio en medio de montañas nevadas para intentar acabarlo y mejorarlo. A pesar de que acompañaba a los monjes a cantar desde los maitines y de que ellos rezaban por mi espectáculo, ni con cánticos gregorianos logró salir a la luz ni encontrarse a si mismo (Ni el espectáculo ni el autor) Sólo recuerdo una escena en la que la bella actriz hinchaba al protagonista con una bomba de aire, pero se desinflaba como un flotador agujereado, casi tanto como mi corazón.

4º) "Diógenes 3.000"

Esta es la primera obra inacabada, después de muchas felizmente escritas. He de aclarar que llegó un punto en mi vida en el que empecé a terminar todo lo que empezaba (Año 2002 aprox.). Este espectáculo se quedó atrancado porque escribí varios espectáculos simultáneamente, y eso no se debe hacer, amigos. Yo ya había aprendido algo (Poco) de escritura teatral cursando un máster y seminarios muy interesantes con autores europeos importantes. Descubrí que soy prolífico e imaginativo como casi nadie, siempre era el primero en acabar los trabajos, las escenas y las obras (Unas más infumables que otras). Este espectáculo trataba sobre un hombre que vivía en una montaña de basura. Un actor acabado, con síndrome de Diógenes. Tenía un mayordomo imaginario que se llamaba Sócrates y una cucaracha gigante, la molesta voz de su conciencia con acento rumano (Cucaracho). A veces se abría la montaña de basura y aparecía un brillante cabaret con escenas y actuaciones de su pasado. Había misterio, ternura y canciones...todo inconcluso...

Bien, amigas, habréis comprobado que es cierto que ahora acabo casi todo lo que empiezo, sin embargo, os podría hablar de decenas de ideas que se quedaron en el éter: La de un secuestrado que sólo habla con la imagen de un encapuchado y no sabe porque está secuestrado, la de un asilo de la tercera edad que es un desmadre (Con reminiscencias del Marat-Sade de Peter Weiss) y sobre todo de un espectáculo cuyo título encabeza esta entrada: "Último tren a Estambul" pero de esa obra no os hablaré, porque ese sí es un amor con el que sueño volver y alcanzar el éxtasis...