Mackie, el bufón contrahecho, apartaba a empellones al público sudoroso para abrir paso al Sr. Fantini, el director, quien con un viejo megáfono de latón vociferaba acerca de las maravillas de su Freak Show. "Contemplen al hombre invisible obeso, a las siamesas voladoras, al Faquir Neville, capaz de tragar cinco móviles Nokia sin ni siquiera eruptar"
Poco a poco, la muchedumbre, compuesta por cuadrillas de vendimiadores inmigrantes, se acercó a la barraca de Fantini y formó una fila irregular que penetró como un gusano en el misterioso vientre de la carpa de rayas rojas cansadas. Mackie, el jorobado, cobraba tres euros a cada espectador y si se terciaba encontraba en su mano carteras y relojes que carecían de sus iniciales.
Fantini, sobre el pequeño escenario de madera alumbrado por candilejas, comenzó a presentar la función, impresionando con su imponente frac de lentejuelas al público, que permanecía de pie dándose codazos para alcanzar las primeras filas.
Primero aparecieron las siamesas que colgadas de un trapecio, deslumbraron al público con sus ejercicios de aéreos y más aún con sus pechos desnudos. Después Fantini presentó al Faquir Neville, un hombrecillo escuálido vestido con taparrabos y turbante, que dio buena cuenta de dos teléfonos móviles Nokia y una tablet Samsung, sin necesidad de antiácidos. Durante la actuación del hombre invisible obeso, se escucharon murmullos de incredulidad entre el público, pero Fantini, charlatán experimentado y mesiánico, pidió aplausos justo en el momento en el que un peruano cetrino iba a arrojar una piedra contra el hombre invisible, que asustado, huyó a la carrera.
"Querido público, ahora van a contemplar, por primera vez en el mundo, un auténtico Big-Bang. Si no saben lo que es, no se preocupen, nunca lo van a olvidar"
Mackie, el viejo bufón contrahecho apagó las candilejas entre los gritos de sorpresa del público y el olor a lona húmeda y sudor nervioso. Una intensa luz azul cegó a los espectadores, que ya no podían huir. Del escenario surgió una niebla densa. Las cabezas de los espectadores se alargaron, sus bocas y ojos cambiaron de ubicación caprichosamente y sus ropas se transformaron en coloridos buzos de arlequín.
Sobre el escenario, una inmensa forma humana, metálica y extraña que recordaba al director Fantini, comenzó a hablar con voz robótica: "Bienvenidos al Freak Show. Con ustedes ¡Dios!"
Entonces el mutante público cubista, pensó con sus cerebros hexagonales, que realmente había valido la pena gastar esos tres eurillos...incluso en el improbable caso de que no se tratase del dios verdadero...