miércoles, 23 de septiembre de 2020
DOCTOR THÁNATOS, SUPONGO (Mini-espectáculo sobre la eutanasia para dos actores y un público inteligente)
miércoles, 16 de septiembre de 2020
El profesor Mato
El profesor Mato pidió otro vino.
El dueño del viejo bar Zorelle le sirvió el tercer Rioja con precisión.
Eran casi las 2 de la tarde, el profesor apuró el vino, saludó parco a la parroquia y salió disparado hacia su casa, a 50 metros del Zorelle.
El larguirucho y recio profesor, observó la vieja placa del portal "Luis Mato - Licenciado en matemáticas"
Subió jadeando los tres pisos, el cañón de las escaleras olía los martes a caldo gallego. Introdujo la llave en la cerradura de su destartalado piso y escuchó la voz de Obdulia al otro lado del largo pasillo "Luis, pasa para la mesa". Luis Mato siempre se retrasaba dos vinos a la hora de comer. Se lavó las manos en el lavabo del pasillo y caminó sobre el viejo linóleo marrón hasta llegar al pequeño y oscuro comedor italiano.
Obdulia era una mujer bajita, morena y potente. Acercó la tartera humeante de caldo hasta la mesa. El profesor le dio un beso rutinario en la mesilla y se sentó enfrente de ella, que con mala cara llenaba los platos soperos hasta el borde.
- Luis, te volvió a llamar la madre de Melquiades.
- No quiero dar clase a ese chico, no atiende y muerde los bolígrafos hasta hacerlos sangrar...
Obdulia llevaba las cuentas de esa familia y sabía que las cosas no iban bien. El profesor Mato cobraba una pequeña pensión de jubilación, pero las clases particulares les sacaban las castañas del fuego. Se habían casado cuarentones ambos. El profesor siempre había sido autónomo, salvo unos años en los que dio clases en la academia "España". Obdulia había trabajado en "Olivetti" pero la delegación había huido hacía muchos años de la ciudad. Un alumno más significaba una pequeña alegría a finales de mes. El profesor sabía muchas matemáticas, pero había perdido la ilusión en el bar Zorelle.
- Llama a la madre de Melquiades - Le dijo Obdulia mientras le servía vino tinto de mesa.
- Ese niño me desordena toda la mesa, no pienso darle clase.
El profesor Mato había sido becario muchos años en la Facultad de Matemáticas de Santiago de Compostela, donde prometía como brillante investigador en los años 70 del siglo XX. La Falange y el Rioja le impidieron progresar...
El profesor comenzó a hablar cuando Obdulia sirvió en la mesa unos chorizos con repollo, mientras apuraba su segundo vaso de vino, el quinto del día...
- La finalidad de las matemáticas consiste en la explicación de fenómenos incomprendidos por el hombre - Obdulia aprovechó el inicio del mitin para recoger los platos de caldo y hacer mutis hacia la cocina - Rendir honor al espíritu humano y engrandecerlo. Por lo tanto una cuestión sobre números vale tanto como el descubrimiento del origen del universo...
- ¿Quieres algo de postre? - Interrumpió Obdulia.
- Eh, un yogur natural, como te decía, has de saber que en nuestro país se desarrollaba una investigación de primera calidad, pero con la llegada de la democracia se perdió la disciplina y probablemente el respeto por el maestro. Porque toda investigación necesita un líder...
- Luis, este sábado es el décimo aniversario de la muerte de papá, le dije a mi hermana que íbamos a la misa de los capuchinos, después podemos picar algo en el Zorelle.
- Tu hermana desde que se divorció solo habla de gatos.
- No seas borde Luis, con la de pasta que nos ha dejado...
- Vale en el Zorelle después de los Capuchinos. Lo que tú quieras Obdulia. Pero antes muerto que darle clase a Melquiades, que me deja la clase hecha un cristo.
- Vete a dormir Luis, que a las 6 viene la niña nueva...
Melquiades se lavó los dientes meticulosamente durante 4 minutos exactos y después tumbó su quijotesco cuerpo sobre la colcha de la cama y comenzó a soñar...
Soñó que volaba en el espacio, que entraba en un agujero negro, que lograba encontrar la fórmula para salir de él en un lugar maravilloso, gracias a una simple dimensión más. Atravesaba con placer infinito un túnel de asteroides y gases de colores, algo así como en Odisea 2001. Soñó que llegaba de nuevo a la facultad, que sus padres lo acompañaban a la puerta como el primer día y su madre sonriente, le besó la mejilla y le dejó una suave esencia de jazmín...soñó que sus fórmulas triunfaban y que Obdulia y él vivían en un piso muy soleado con vistas al puerto...
De repente sonó el timbre del viejo teléfono del pasillo y el profesor mato se despertó sobresaltado.
Obdulia cogió.
- ¡Luis!¡Es la madre de Melquiades!
- Dile que los lunes a las 7
martes, 8 de septiembre de 2020
A propósito de la soledad
Ángela lleva ahora 2 años sola.
Con 19 años se casó, muy enamorada, con Perico.
A los 22 años y 2 hijos, descubrió que Perico era un imbécil.
A los 23 años Perico se fue y no volvió a dar señales ni transferencias bancarias.
Ángela las pasó canutas, pero con la ayuda de sus padres y una gran voluntad, sacó unas oposiciones para administrativa en el Canal de Isabel II.
Con 25 años, Ángela era una mujer joven, atractiva y con trabajo fijo. Vivía en un pequeño piso en Lavapiés con Pedrito y Angelita (Que era un demonio).
No quería saber nada de hombres y descubrió que lo que realmente le gustaba, era la danza italiana barroca.
Ángela se matriculó en los cursos regulares del Instituto Italiano, donde después de trabajar, hacer la comida para sus hijos, llevarlos a actividades y dejarlos cenando con la abuela, asistía a clases de lengua y danza barroca italiana, lo que la llenaba de gran satisfacción y agujetas.
Con 26 años, Ángela conoció a Ramiro en un café.
Los primeros 8 meses con Ramiro, fueron maravillosos. Se divertían muchísimo. Los fines de semana iban a karaokes, dónde Ramiro bordaba el "Strangers in the night" y Ángela destripaba con simpatía el "Gibraltareña".
Ramiro se llevaba muy bien con los niños, aunque Angelita, que era la mayor, le decía que le olía el aliento.
Con 27 años Ángela descubrió que Ramiro era alcohólico y le dio un ultimátum.
Ramiro eligió el Ballantines…
Ángela se pasó muchos años sin querer tener relaciones intimas con ningún hombre. Era feliz viendo crecer a Pedrito, que tocaba el violonchelo y a Angelita, que tocaba las narices.
A veces iba a las cenas de los compañeros de oficina y nunca correspondió al interés que mostraba por ella Peláez, del departamento de morosos.
Angelita seguía moviendo su cuerpo gentil al ritmo de Vivaldi, Marazzoli o Ugolini, que como todo el mundo sabe compuso "Hodie Christus Nadius Est".
Los árboles contaminados bajo la ventana de Ángela, vieron pasar muchos inviernos.
Ya no sonaban los Rolling Stones en la radio.
La gente se afanaba en invertir en ladrillo y cada vez se leía menos poesía.
Muchas familias comenzaban con ilusión su proyecto y acababan en tribunales.
Sí, amigos, pasaba el tiempo.
Y nosotros éramos malabaristas, domadores o víctimas...
Pedrito y Angelita, son ahora mayores.
Pedrito es abogado, de derechas, casado cristianamente y con 2 hijos pequeños y rubios.
Angelita es hippie, vive en una furgo y trabaja de malabarista en un circo.
Ángela está a punto de cumplir 60 años.
Sus padres han muerto.
Ha viajado varias veces a Italia.
Los jueves va a bailar con música de Ugolini.
Ángela se siente sola.
Una amiga la convence para hacer un perfil en Tinder.
Ángela tiene miedo, pero comienza a chatear con Hugo, un médico jubilado que parece buena persona. Después de hablar durante semanas con Hugo, descubre que está enamorada de él. A los 6 meses de relación, Ángela se va a vivir al adosado de Hugo.
A los 60 años, Ángela descubre que Hugo es celoso, manipulador y ludópata.
Ángela lleva ahora 2 años sola.
Ángela subió las escaleras del Instituto Italiano y se dirigió hacia la sala de baile.
La gran sala tenía espejos y tarima de pino tea.
Ángela dejó la sudadera sobre un banco y comenzó a bailar.
Ángela se mira en el espejo y se pregunta si no habrá estado toda la vida sola.
Con la única compañía de Vivaldi, Marazzoli y Ugolini…
Ah, ch'infelice sempre
Me vuol Dorilla ingrata
Ah semppre iú spietata
Mi stringe à lagrimar
martes, 1 de septiembre de 2020
Todas las ramas del derecho
El licenciado Doncel
introdujo la llave por última vez en la cerradura.
El cartel de cristal biselado sobre la puerta, todavía lucía unas dignas letras blancas perfiladas en plata sobre fondo negro:
"Lcdo. Doncel"
Abogado
(Todas las ramas del derecho)
El licenciado sintió por
última vez el aroma de la madera húmeda y el papel viejo.
Los legajos y carpetas, ya estaban en su mayoría metidos en las cajas de cartón de Gil Stauffer.
Maldita cadera, al final tendré que ponerme la
jodida prótesis de titanio.
Doncel se sentó con dolor en el viejo sillón de cuero delante de su mesa de caoba, una mesa que ya había sido de su padre, procurador de los tribunales.
Nunca me gustó esta mesa. A veces se oye la
carcoma. Siempre quise una mesa aséptica y funcional, sin esas horribles flores
talladas. Pero Lola nunca me dejó deshacerme de ella. Decía que era como borrar
la memoria de mi padre…
Lola había fallecido unos
años atrás, después de un penoso tumor cerebral y coincidiendo con el nacimiento
de su único nieto, Martín.
El abogado comenzó a
clasificar viejas carpetas, algunas con hongos. Las iba arrojando con desdén en
una gran caja de Gil Stauffer.
Una carpeta, más gruesa
que las demás, le llamó la atención.
Sobre la descolorida tapa
azul, unas palabras: Herencia de la Condesa - Carpeta 1
Doncel se había encargado durante muchos años de determinar el inventario de la masa hereditaria de la todo poderosa Condesa de Ross. Viuda de un prohombre, millonario y afecto al régimen fascista. La condesa de Ross, a veces lo visitaba en su despacho, siempre con sus 2 guardaespaldas custodiando la puerta principal. La Condesa había enviudado muy joven, su marido, el Conde D. Juan Ross le llevaba casi 40 años. Enseguida el picapleitos y ella congeniaron. A la condesa le hacía mucha gracia el humor de cascarrabias del por entonces joven licenciado, que ahora recordaba el día en el que por primera vez la condesa se despidió de él con un suave e incendiario beso en los labios. A partir de ese día tuvieron algunos encuentros furtivos en un pazo con hermosas vistas al mar. Fue la única mujer con la que Doncel engañó a Lola en sus 40 años de matrimonio. Ahora el viejo abogado se sentía mal. Había cuidado a Lola lo mejor que había podido, ya con la cabeza perdida. Lola a veces lo confundía con su propio padre, a veces le cantaba nanas a Doncel pensando que era su bebé. Ella siempre sintió no tener otro hijo más.
Realmente fui un hijo de puta. Pero ¿Cuál es mi
condición humana?
¿Podía resistirme a la esencia absoluta de la
lujuria?
El viejo abogado arrojó la
carpeta con violencia en la caja y no pudo impedir que unas lágrimas solitarias
resbalaran por los profundos ríos de sus mejillas.
Llamaron a la puerta.
Se incorporó a pesar del dolor, se secó las lágrimas con un kleenex usado, se ajustó la gastada corbata granate y fue a abrir…
Dos operarios de mudanzas con uniforme impoluto y gorra pidieron permiso para empezar. Comenzaron a transportar cajas y cajas de legajos, tomos encuadernados en granate con letras doradas de Aranzadi, clasificadores de anillas corrompidos. En esas cajas de cartón, también iban sin ningún orden las siguientes carpetas:
- El asunto Vilchez: Muy feo asunto. Defendió al
hijo de un emporio de restaurantes cuando lo descubrieron en los jardines haciendo
una mamada a un culturista. La Ley de Vagos y Maleantes estaba en vigor.
- El difícil divorcio de su propio hermano, cuya
mujer estaba liada hace años con su mejor amigo y compañero de trabajo.
- El asunto Marinita de la Torre, costurera con
una minusvalía, maltratada y humillada públicamente por su marido. Doncel
consiguió la nulidad matrimonial por la Iglesia.
- El asunto Iria Flavia. Un retracto de una compra venta fraudulenta de unos montes de su familia usurpados por unos vecinos sin escrúpulos…
Doncel se dio cuenta, de que en muchos asuntos no había cobrado minutas. Si acaso había recibido una pluma Montblanc o unas gallinas vivas. Afortunadamente el asunto Ross lo había colmado de billetes.
Los operarios casi habían acabado de sacar cajas del viejo despacho. Ya comenzaban a desmontar las estanterías de madera carcomidas.
El licenciado se sintió una
estantería.
Acababa también de renunciar a su puesto en la directiva de la coral "Ecos" con la que había cantado en grandes óperas. Ya sonaban en su cabeza los acordes de "E lucevan le stelle"
El viejo abogado le dejó las llaves a los operarios y bajó penosamente por las escaleras, que olían a lejía.
Cojeando comenzó a recorrer la acera. Estaba anocheciendo y la hojarasca de los chopos creaba una elegante alfombra sobre los adoquines.
Un claxon sonó a su lado. Un Golf Cabrio blanco se detuvo a su altura. Doncel, indolente, abrió la puerta del copiloto y se sentó en el asiento. La conductora era una bella mujer, más joven que él, vestida con un elegante conjunto de Chanel. El abogado le dijo a la mujer:
Nena, vamos a emborracharnos.
El Golf Cabrio arrancó con
brío dejando tras de sí hojas marchitas bailando extrañas coreografías en el aire, para volver a caer definitivamente.