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miércoles, 26 de agosto de 2020

Casta Diva

 





La cantante de ópera caminaba descalza por el monte, vestida con una túnica de raso marfil.

Se encontró con un paisano y le preguntó:

 - ¿Voy bien para Roma?

El hombre, enjuto y ennegrecido por el Sol, bajó la azada de su hombro y se apoyó sobre ella.

 - Bien, bien no va, más que nada porque deben quedar 500 kilómetros.

La cantante de ópera siguió caminando hacia ninguna parte con la mirada perdida y el paisano permaneció impasible, se quitó la boina y comenzó a abanicarse con ella.

Anochecía, el camino se interrumpía a veces por grandes rocas o tramos pantanosos. Pero la cantante seguía con sus ojos abiertos mirando al futuro imposible.

Casta Diva, che inargenti
Queste sacre antiche piante
A noi volgi il bel sembiante
Senza nube e senza vel


No era la primera vez que protagonizaba Norma. Pero no estaba dispuesta a soportar que el director de escena la visitase todas las noches en la suite de su hotel de Milán para darle indicaciones. Ese italiano colérico era sencillamente insoportable y siempre le decía que estaba demasiado gorda y la animaba a tomar anfetaminas.

La cantante de ópera acababa de dar la espantada a todo el elenco de la Compañía. Faltaba una hora para la función y los productores ya habían avisado a los Carabinieri que peinaban los alrededores de La Scala. Los regidores, los eléctricos y los maquinistas, habían montado su propia búsqueda en los lugares habituales de la diva: La tetería Dolce far niente, el Parque Sempione y todos los rincones donde ella descansaba en la temporada de ensayos.

El público engalanado comenzaba a acumularse en la puerta de La Scala. El alcalde y su mujer, estrellas del rock, Silvio Berlusconi acompañado de una joven operada que al menos tenía 55 años menos que él y muchas otras celebridades permanecían congeladas, ávidas de escuchar a la cantante en su mejor momento y de paso lucir sus diseños y relanzar sus negocios ruinosos.

Fine al rito, e il sacro bosco
Sia disgombro dai profani
Quando il Nume irato e fosco
Chiegga il sangue dei Romani


La diva continuó caminando en la oscuridad. El aroma de la noche lo inundó todo.

Estaba indignada. Los productores la obligaron a promocionar el evento en televisiones y radios de todo el país, pero lo que la sacaba de sus casillas, era tener que alternar con los patrocinadores. Tantos años estudiando música con los mejores maestros del mundo, master class, miles de horas de espera para audiciones, para acabar cenando fetuccini en la mansión del CEO de la FIAT. Por no hablar del acoso continuo de directores y productores. ¡Se acabó! Nunca más más pasaré por eso. ¡Lo juro por las barbas de Verdi!

Suavemente, a lo lejos, comenzó a sonar una orquesta interpretando una melodía muy agradable que no conseguía reconocer. Cambió su rumbo y dirigió sus pies ensangrentados hacia el lugar de procedencia de ese mágico sonido. Un resplandor a lo lejos, entre los árboles. Sonidos de voces humanas y risas. Explosiones. Fuego en el cielo que apenas se veía entre las copas de los árboles. La cantante corrió hacia la música con todas sus fuerzas. La túnica marfil hecha jirones. El aire le quemaba los pulmones. Con un esfuerzo agónico consiguió salir de la maleza. Alguien la agarró y después, entre varios, la arrastraron en volandas hacia un camerino.

 - ¡Pero mira como vienes!

 - ¡Le ha vuelto a dar el jamacuco!

 - Loli, maquíllala y que no se noten las heridas

 - Ayúdadla a vestirse

 - ¡Te llevamos buscando horas y horas!

 - La orquesta ya empezó hace un buen rato para que el público no la líe.

La gran cantante vestía ahora ropas brillantes y joyas. El corrector había tapado todos los rasguños de su cara, ahora maquillada con profesionalidad con base, colorete, sombra, perfiladores, barras y escarcha. La diva resplandecía con una extraña belleza. Entre las cajas del escenario, acompañada por sus asistentes, se disponía a salir a escena. Una voz sonó por la megafonía

Distinguido público, les pedimos un fuerte aplauso para la gran cantante ¡Carmen Cubaner!

La gran cantante salió al escenario del tráiler, agarró el micrófono y comenzó a hacer lo que mejor sabía…

Ay, caramba, ay caramba

Que si tu me persigues

No te beso la bamba


Los viejos de la verbena, siguieron bebiendo vermú apoyados en la sucia barra del bochinche, como si no hubiera pasado nada.

No sabían que una gran estrella brillaba en sus narices…

Ay, caramba, ay caramba...

Que si tu me persigues 

No te beso la bamba

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