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martes, 1 de septiembre de 2020

Todas las ramas del derecho

 



El licenciado Doncel introdujo la llave por última vez en la cerradura.

El cartel de cristal biselado sobre la puerta, todavía lucía unas dignas letras blancas perfiladas en plata sobre fondo negro: 

          "Lcdo. Doncel"

              Abogado

(Todas las ramas del derecho) 

El licenciado sintió por última vez el aroma de la madera húmeda y el papel viejo.

Los legajos y carpetas, ya estaban en su mayoría metidos en las cajas de cartón de Gil Stauffer. 

Maldita cadera, al final tendré que ponerme la jodida prótesis de titanio. 

Doncel se sentó con dolor en el viejo sillón de cuero delante de su mesa de caoba, una mesa que ya había sido de su padre, procurador de los tribunales. 

Nunca me gustó esta mesa. A veces se oye la carcoma. Siempre quise una mesa aséptica y funcional, sin esas horribles flores talladas. Pero Lola nunca me dejó deshacerme de ella. Decía que era como borrar la memoria de mi padre… 

Lola había fallecido unos años atrás, después de un penoso tumor cerebral y coincidiendo con el nacimiento de su único nieto, Martín.

El abogado comenzó a clasificar viejas carpetas, algunas con hongos. Las iba arrojando con desdén en una gran caja de Gil Stauffer.

Una carpeta, más gruesa que las demás, le llamó la atención.

Sobre la descolorida tapa azul, unas palabras: Herencia de la Condesa - Carpeta 1

Doncel se había encargado durante muchos años de determinar el inventario de la masa hereditaria de la todo poderosa Condesa de Ross. Viuda de un prohombre, millonario y afecto al régimen fascista. La condesa de Ross, a veces lo visitaba en su despacho, siempre con sus 2 guardaespaldas custodiando la puerta principal. La Condesa había enviudado muy joven, su marido, el Conde D. Juan Ross le llevaba casi 40 años. Enseguida el picapleitos y ella congeniaron. A la condesa le hacía mucha gracia el humor de cascarrabias del por entonces joven licenciado, que ahora recordaba el día en el que por primera vez la condesa se despidió de él con un suave e incendiario beso en los labios. A partir de ese día tuvieron algunos encuentros furtivos en un pazo con hermosas vistas al mar. Fue la única mujer con la que Doncel engañó a Lola en sus 40 años de matrimonio. Ahora el viejo abogado se sentía mal. Había cuidado a Lola lo mejor que había podido, ya con la cabeza perdida. Lola a veces lo confundía con su propio padre, a veces le cantaba nanas a Doncel pensando que era su bebé. Ella siempre sintió no tener otro hijo más. 

Realmente fui un hijo de puta. Pero ¿Cuál es mi condición humana?

¿Podía resistirme a la esencia absoluta de la lujuria? 

El viejo abogado arrojó la carpeta con violencia en la caja y no pudo impedir que unas lágrimas solitarias resbalaran por los profundos ríos de sus mejillas.

Llamaron a la puerta.

Se incorporó a pesar del dolor, se secó las lágrimas con un kleenex usado, se ajustó la gastada corbata granate y fue a abrir… 

Dos operarios de mudanzas con uniforme impoluto y gorra pidieron permiso para empezar. Comenzaron a transportar cajas y cajas de legajos, tomos encuadernados en granate con letras doradas de Aranzadi, clasificadores de anillas corrompidos. En esas cajas de cartón, también iban sin ningún orden las siguientes carpetas: 

  • El asunto Vilchez: Muy feo asunto. Defendió al hijo de un emporio de restaurantes cuando lo descubrieron en los jardines haciendo una mamada a un culturista. La Ley de Vagos y Maleantes estaba en vigor.
  • El difícil divorcio de su propio hermano, cuya mujer estaba liada hace años con su mejor amigo y compañero de trabajo.
  • El asunto Marinita de la Torre, costurera con una minusvalía, maltratada y humillada públicamente por su marido. Doncel consiguió la nulidad matrimonial por la Iglesia.
  • El asunto Iria Flavia. Un retracto de una compra venta fraudulenta de unos montes de su familia usurpados por unos vecinos sin escrúpulos… 

Doncel se dio cuenta, de que en muchos asuntos no había cobrado minutas. Si acaso había recibido una pluma Montblanc o unas gallinas vivas. Afortunadamente el asunto Ross lo había colmado de billetes. 

Los operarios casi habían acabado de sacar cajas del viejo despacho. Ya comenzaban a desmontar las estanterías de madera carcomidas. 

El licenciado se sintió una estantería. 

Acababa también de renunciar a su puesto en la directiva de la coral "Ecos" con la que había cantado en grandes óperas. Ya sonaban en su cabeza los acordes de "E lucevan le stelle" 

El viejo abogado le dejó las llaves a los operarios y bajó penosamente por las escaleras, que olían a lejía. 

Cojeando comenzó a recorrer la acera. Estaba anocheciendo y la hojarasca de los chopos creaba una elegante alfombra sobre los adoquines. 

Un claxon sonó a su lado. Un Golf Cabrio blanco se detuvo a su altura. Doncel, indolente, abrió la puerta del copiloto y se sentó en el asiento. La conductora era una bella mujer, más joven que él, vestida con un elegante conjunto de Chanel. El abogado le dijo a la mujer: 

Nena, vamos a emborracharnos. 

El Golf Cabrio arrancó con brío dejando tras de sí hojas marchitas bailando extrañas coreografías en el aire, para volver a caer definitivamente.


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